Adaptación al medio, como reza Darwin.

13 oct 2010

Estoy retransmitiendo en riguroso diferido desde un albergue francés en Brest. Cosa fina oiga. Wifi, cama, desayuno incluido, ducha, lavandería con secadora, salón común, sala de televisión, futbolín, jardín para el monaco, un recepcionista enfermo que habla tan lento que casi entiendo su francés resfriado, todo por el precio de diecisiete euros... Y así podría seguir horas, solo para describir lo bien montado que tienen las cosas en Francia con respecto a lo que tenemos en el "país".

(continúa)



Estos últimos días no han sido tan confortables como pinta el albergue. Dormir en algún hotel, en casas ajenas gracias a CouchSurfings (dos por el momento), en algún cajero de banco que otro con nombre impronunciable, o simplemente esperar en una estación a por un autobús que llegará a las 5:55 AM mirando películas con el portátil (ya he visto 3 veces "Se armó la gorda" de los Monty Python)... No es agradable. Lo quieras o no, como en casa, en ningún lado, a tu bola, sin molestar y sin que te molesten. Pero algo en la ruta de mi viaje hace que ésto sea llevadero y no es otra cosa que el aprecio por la gente, el buen humor y el trato tan amable que tienen los franceses (algunos, no generalizo). Un día recuerdo que tuve que caminar unos kilómetros largos desde el centro de Clecy hasta los restaurantes donde la gente practica con los kayak y canoas en el río, con todo el armatoste a mis espaldas, doce kilos de morralla empaquetados más la comida y mi saco de dormir, sin aliento y sudando como un auténtico cerdo trufero. En ese momento, pasé por delante de uno de los restaurantes, y una senhora que estaba lavando unos cacharros me sonrió y me dijo los buenos días en francés. Sin palabras, esa sonrisa me dio la vida, tan llena de alegría y tan sincera que yo mismo seguí el camino sonriendo, como si me hubiera contagiado el buen humor.
¿A ver dónde sinó un chaval de diecisiete anhos te va a preguntar si necesitas su clave de internet para chequear algo en el portátil, sin conocerte de nada, en medio de una calle enorme donde no hay nadie en cincuenta metros a la redonda, y con mi pinta de "homeless" sin afeitar? ¿En que parte del "país" te va a invitar una ninha de dieciocho anhos a un Kinder Bueno simplemente por sonreir y decir en inglés que su gato es bonito, cuando ella ni siquiera habla inglés? ¿Quién en su sano juicio, sin saber nada de ti, conducirá 150 kilómetros para llevarte a una localización que para nada entra en sus planes de domingo, por el mero hecho de ayudar? Pues aquí me ha ocurrido, y no es solo a mi, por lo que leo en foros o páginas de viajeros. Solo recordar que el primer día, un chico me ayudó en todo lo que pudo y más para explicarme como funciona todo, dejándome descansar en su casa e invitándome a un vinito francés para celebrar mi llegada al país, y la verdad, yo solo le había preguntado cómo llegar a un pueblo para comenzar a trabajar, pero gracias a sus consejos me hizo ver que la cosa era más complicada de lo que parecía. Le estaré eternamente agradecido.
Bueno, después de soltar mis alabanzas y demás alegrías y tristezas, que no son pocas, pero sí reales, voy a subir alguna fotografía para ilustrar un poco el camino que he realizado hasta hoy, día doce de octubre de dos mil diez.















































































Fotografías y texto © Oscar Pinal. 2010

2 comentarios:

Joseph Kovacs 13 de octubre de 2010, 12:05  

GENIAL, pini, sigue así y que todo vaya bien...

Bouzán 14 de octubre de 2010, 9:43  

It´s Beautiful!!!Disfrútalo

Publicar un comentario

  © Plantilla On The Road por Ourblogtemplates.com Fotografías y textos (excepto otros créditos) por © © Oscar Pinal 2014

Back to TOP